Un árbol nativo: el molle

El matecito de molle
Mes de marzo. Empiezan las clases en la época en que la naturaleza vive aún la fiesta que inició en primavera. Fiesta de luces, colores, cantos... “y en cada árbol, sobre cada hierba, los insectos: con sus dramas, maravillas y misterios”...

Es en esa época, en que el molle sostiene en sus ramas unas esferitas color obscuro. ¿Son frutos del árbol, o acaso como algunos creen en el campo “huevos de tábanos”? Nada de eso. Esas esferitas se conocen con el nombre de agallas o cecidias. Son formaciones del vegetal, especie de tumores, que aparecen como una defensa ante el ataque de una pequeña larva cuyo tamaño no alcanza a un milímetro.
¿Cómo llegó hasta allí ese pequeño intruso? Veamos: El hecho primero ocurre en primavera cuando una pequeña mariposa de color gris perla, con reflejos dorados en sus alas, se posa sobre las yemas a punto de reventar y allí deposita uno a uno sus diminutos huevos, para morir después, incapaz de alimentarse...
De cada huevo se asoma al mundo una pequeña larva que ya “sabe” su destino. Penetra en el interior de la yema y allí empieza a comer.
Es entonces cuando la planta, que nota su presencia, inicia la defensa aislando poco a poco al importuno visitante en una celda, que luego, al través de dos meses, será una esferita hueca cuyo diámetro no pasará de dos centímetros.
La larva crece a medida que los días pasan, comiendo con voracidad dentro de ese mundo pequeño en perpetuas tinieblas.
Llega un día en que la larva deja de comer y se dispone a transformarse en crisálida.
Han pasado varios meses desde aquel día en que el pequeño huevo fue colocado suavemente sobre una yema axilar del molle... Estamos a fin de marzo y es entonces cuando el insecto, ya cumplida su metamorfosis, sale al exterior para entregar, antes de morir,el pequeño huevo que ha de hacer perdurar la especie una generación más...
¿Por qué el nombre de “matecito” del molle? Ello es debido a su forma y al pequeño orificio por el cual sale el insecto adulto.
Si buscáramos al pie del árbol, encontraríamos las tapitas que corresponden a estos agujeros, especie de taponcitos, que la mariposa empuja hacia fuera cuando se dispone a evacuar su pequeña celda.
Héctor Ferrari